Santa Cruz de La Palma.- El oceanógrafo Fran Garlaz, dueño de una finca platanera ecológica en Puerto Naos y presidente de la Asociación de Turismo Activo de La Palma, considera que la isla puede estar perdiendo la oportunidad de afrontar la recuperación tras la erupción volcánica mediante un desarrollo equilibrado entre turismo y agricultura sostenibles, en el que no se destruya lo que la naturaleza ha construido sino que utilicen con buen criterio los nuevo recursos que proporciona esta erupción volcánica, y se apueste por una arquitectura insertada en la tradición, de la que nos podamos sentir orgullosos.
Entrevistado en el foro de opinión La Palma Opina, Garlaz enfatiza que «somos la isla del volcán, ya todo el mundo nos ha puesto en el mapa» por lo que cree que se debería convocar un concurso de ideas a nivel internacional que ayude a buscar una hoja de ruta, en lugar de tomar decisiones precipitadas sobre el nuevo territorio, pues, a su juicio, ya en la forma de construir alguna carretera se está haciendo de manera destructiva.
La entrevista completa se puede ver en:
«En este volcán», apunta, «se reúnen la totalidad de los posibles acontecimientos geológicos del vulcanismo, que se tienen que catalogar y preservar para el estudio y para su visita; es imprescindible».
En todo caso, cree que es preciso que la población de la isla debata, se asesore y decida qué modelo de desarrollo quiere, porque «todas las acciones de reconstrucción que se hagan, tendrían que estar supeditadas a un proyecto de isla».
«¿Vamos a vivir para siempre en lo negro, en lo oscuro? Tratemos de buscar la mayor de las posibilidades; tenemos un duelo, asumámoslo, pasémoslo, pero convirtamos esto en una oportunidad de algo mejor», proclama con vehemencia.
Desde su punto de vista, «La Palma es una isla potente, con una posibilidad de desarrollo turístico gigante, que ya quisieran todos los destinos de Europa; somos un diamante en bruto». Sin embargo, insiste en que la isla necesita «un turismo lógico», sostenible, de pequeños hoteles entre zonas agrícolas, y que dote a La Palma de las infraestructuras que necesitan sus habitantes «para vivir con dignidad».
Abundando en esta idea, pone de relieve que «la gente que viene a La Palma suele tener un cierto nivel económico y cultural, no quieren comer en un restaurante de 200 comensales, quieren pequeñas casas, hoteles con encanto intercalados con plantaciones».
LA GESTIÓN DEL AGUA
Como empresario platanero, se muestra crítico con la enorme inversión realizada en desaladoras portátiles, pues, según señala, no han permitido tampoco salvar las plataneras, debido a la ceniza volcánica y porque «el agua es mala».
No entiende «cómo «la humanidad tiene una capacidad impresionante para llegar a la Luna pero no es capaz de poner una tubería de agua de 6 kilómetros», ironiza.
Sostiene que las industrias desaladoras en la isla «no son necesarias» aunque hay quienes desde hace tiempo querían instalarlas, pues, como ha esgrimido el propio Consejo Insular de Aguas, la isla recoge todos los años más agua de la que necesita».
Para este oceanógrafo y empresario de agricultura ecológica, frente a la situación actual del creciente encarecimiento del líquido elemento, en La Palma «el agua podría ser gratuita» e incluso se podría con ella generar electricidad y disminuir la dependencia del petróleo, mientras que las desaladoras la encarecen.
«¿Cómo puede ser que una isla en la que sobra agua, la queramos producir desalada como si fuéramos Lanzarote, Fuerteventura o el sur de Tenerife?», se pregunta.
Garlaz detecta que siete meses después de la erupción «la gente está cansada y desanimada, y deberíamos remar todos en la misma dirección», aunque se muestra convencido de que «el espíritu palmero, el tesón y las ganas de salir hacia delante abrirán ese manto negro de esperanza y alegría y orgullo, que forma parte de nosotros».