La jubilación es un derecho que le corresponde a las personas. Para muchos, en lo que se refiere a sus respectivas vidas laborales, han sido de muchos años duros, motivando que muchos de ellos hayan soñado con esa jubilación en el día esperado. Otros, se han mostrado tristes porque han considerado que todavía estaban en plenas condiciones para seguir ejerciendo en sus múltiples profesiones. Sobre todo, basándose en sus experiencias. Lo cierto es, que hay decisiones para todos los gustos. En lo que a mi respecta, y aunque ya estoy jubilado, todavía mantengo la ilusión de sentirme útil con mi profesión, aunque para ello lo haga de forma altruista. Del mismo modo, tengo que seguir ejercitando mi mente y mi estado físico, pues reconozco que no me veo sentado en un banco a primeras horas de la mañana echándole de comer a las palomas; jugando al dominó o al envite. Eso no esta mal y lo respeto, pero considero que aún no me ha llegado ese momento. Si puedo aportar todavía cosas positivas en la sociedad donde resido, mucho mejor. Por todo ello, llegar a la vejez no es nada fácil, pero debemos asumir lo que la vida nos va dando con el paso del tiempo. Yo todavía no me rindo, aunque todos no pensamos igual y cada hogar una historia. El mundo cambió y con ello nos vemos obligados adaptarnos a las nuevas circunstancias y estilos de vida. Intentaré adaptarme a los nuevos cambios, pero poco a poco y con gran voluntad y disciplina. La vida en estos momentos del siglo XXI está llena de sorpresas, de cambios y de incógnitas. Todo ello implica que prácticamente ya no podemos ceñirnos a un guion del mañana; el futuro es nuestro presente, el día a día. Sin duda, el tiempo pasa a velocidad de crucero, especialmente cuando ya estás entrado en años. Concluyo, de la mejor manera positiva con el compromiso de seguir colaborando con la sociedad que me representa; pero no olvidándome que mi tiempo natural de la vida también tiene fecha de caducidad.
Rafael Lutzardo, periodista y escritor.
