Todavía hay ignorantes que piensan que van a durar toda una vida y que la vida en este planeta tierra es muy larga. Nada más lejos de la realidad. Aquí, en este mundo, no quedaremos nadie; ni ricos ni pobres. Donde únicos nos veremos todos juntos será en los cementerios o en los hornos de incineración. Tantas riquezas, rencores, odios, prepotencias, ambiciones, guerras y orgullos, no sirven para nada. Nuestras mentes serán inteligentes, pero que yo lo diga o lo crea, mantengo muchas dudas. Entiendo que hay que hacer un mundo competitivo, pero no a costa de la esclavitud y de mano de obra barata.
Comprendo que hay que luchar mucho para conseguir determinados proyectos en la vida, pero no a costa de menores, los cuales son explotados en muchos lugares de África. Así funciona el mundo en manos de gobiernos poderosos. Animales humanos que no saben vivir sin obtener beneficios de grandes sumas económicas, orgías sexuales, contrabando de drogas, tráfico de órganos y armamentos. Eso lo sabe el vecino de Europa, pero no le interesa que sus ojos miren al otro lado de Occidente. Vivimos en un mundo podrido, donde incluso muchos alimentos son adulterados para su consumo.
De la misma manera, de pronto ya están a la venta unas series de vacunas contra las los tentáculos de la Covid-19, cuyas variantes se asocian a un gran número de distintas gripes. Hay que fabricar pronto para que las grandes industrias farmacéuticas no se vean perjudicadas. Los negocios mafiosos siguen siendo los grandes protagonistas. Así mismo, el oro negro, la gasolina, sigue en manos de los países más poderosos. Así está el mundo en este comienzo de siglo XXI. La única esperanza que me queda es que tarde o temprano todos tenemos que pasar por el mismo puente. Aquí, en el globo terráqueo, no quedaremos ninguno de nosotros. Por todo ello, es importante vivir lo mejor que se pueda, sin hacer daño a nadie y que nuestras conciencias duerman tranquilas.
Rafael Lutzardo, periodista y escritor.
