No descubro nada nuevo, si escribo y pienso que el mundo esta patas arriba. Es decir, vivimos tan de prisa que nos olvidamos en realidad quienes somos como personas humanas. El comienzo del siglo XXI demuestra que la ambición del ser humano es terriblemente egoísta y depredadora. Tanto es así, que nos hemos olvidado de los verdaderos valores morales; convirtiéndonos en fabricantes de odios, rencores y materialismos que solo sirven para generar guerras despiadadas, muertes inocentes, miserias, dolor y hambre. En muchas ocasiones me avergüenzo de pertenecer al Homo sapiens sapiens, sobre todo por su forma de pensar y actuar ante la naturaleza y del propio espacio donde vive. Justo es de reconoce, que no todos los seres humanos son de corazones y pensamientos destructivos. También los hay de valores positivos y solidarios, los que aman y respetan a la vida.
Por otro lado, y en otra época a la nuestra, alguien dijo: «Todo lo que hagamos ahora tendrá eco en la eternidad». (Máximo). «Los errores de los hijos son los fracasos de los padres». (Marco Aurelio). Dicho esto, yo quiero seguir luchando. Amo a la vida. No sé lo que me espera más allá del planeta tierra, pero estoy seguro que habrá otro lugar donde el ser humano sea más humilde, sensible, generoso, solidario y comprensivo. No podemos olvidar que otras civilizaciones anteriores a la nuestra desaparecieron. La nuestra, posiblemente también tendrá su final, pero cuando llegué ese momento lo haré luchando con una sonrisa a la vida.
Nuestro tiempo en la tierra está escrito en cada uno de los respectivos almanaques o destinos de nuestras vidas. El tiempo vuela, no se para y los años son indicadores de cada etapa de la vida. Muchos hemos sido escultores de los sueños y arquitectos de valores afectivos, con el objetivo de formar familias. Proyectos que se han consolidados para dar continuidad a una nueva cantera generacional para que la humanidad siga teniendo representatividad en el mundo. Mi tiempo y juventud ya pertenece al pasado. Ahora me debo lealtad a mi presente actual; con más años y experiencia de la vida.
Tampoco quiero olvidarme de mi soledad, que junto con la escritura, son mis ‘morfinas’ para evitar el dolor interior de mis desencantos. Intento comprender las cosas que suceden en el mundo actual, pero muchas veces no tengo respuestas. En ocasiones, pienso que las civilizaciones anteriores a la nuestra; sus líderes pensadores eran más inteligentes que muchos de los llamados Homo sapiens (hombre inteligente). Por todo ello, yo sigo siendo un aprendiz de la vida; de Séneca, Heródoto y otros tantos filósofos griegos y romanos.
Por último, es mi deseo y voluntad, querer seguir aprendiendo. Necesito ‘beber’ de la fuente del conocimiento y de la sabiduría. Amo a la vida. Quiero hablar con la naturaleza; disfrutar de sus bellezas. Y que la vida o mi destino, me den la oportunidad de vivir con calidad de vida hasta mi muerte, pero siempre con una sonrisa a la vida.
Rafael Lutzardo, periodista y escritor.