La Navidad en tiempos inmigratorios

Rafael Lutzardo

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Rafael Lutzardo, periodista y escritor.
Rafael Lutzardo, periodista y escritor.

Me pregunto como pasarán las Navidades todos estos inmigrantes africanos que han venido en cayucos y que residen en España y Canarias sin papeles legales.  Navidades sin sus familias biológicas y enclaustrados en recintos en tiendas de campaña. Les veo caminar cada día por las calles de La Laguna y por la carretera de La Esperanza; mirando los adornos navideños y las luces con miradas nostálgicas. Muchos de ellos están sentados cabizbajo al borde de la carretera de Las Canteras; quizás pensando en el futuro que les esperan acordándose de sus padres. Otros, deambulan por las calles de la Laguna, poniéndose en las puertas de los Hiperdinos y Mercadonas, con unas bolsas de plásticos pidiendo comidas. También, los hay que buscan cosas en los contenedores de basuras.

Lo cierto es, que las Navidades para estas pobres gentes serán muy triste, teniendo en cuenta que están fuera de su país y carentes del calor se sus respectivos familiares. Cayucos varados llenos de historias, calamidades, muertes y lágrimas, motivado por dejar atrás a sus seres queridos. De todo ello, y sin sensibilidad humana, se benefician las mafias organizadas de Senegal y Marruecos, despojándoles de todo lo que tienen y engañándoles de que Canaria es el paraíso y el futuro laboral de sus sueños y de sus vidas. Navidades, que muchas familias celebrarán con cánticos y comidas copiosas; mientras que estos pobres inmigrantes tendrán que conformarse con lo que el Gobierno de Canarias les pueda dar.

Menores, que tienen como único guía y contactos con sus familiares a través de los móviles que llevan en sus bolsillos. Así es el mundo donde vivimos, donde una parte de la humanidad es feliz y otra es ignorada por la propia sociedad. Posiblemente, somos esclavos de nuestros propios destinos y no nos damos cuenta. Sobre todo, porque vamos con prisas en la búsqueda de consolidar nuestros futuros y vivir con calidad de vida que respondan a nuestras necesidades, inquietudes y sueños. Ellos, esos inmigrantes africanos, también tienen derecho a vivir con dignidad y soñar con un futuro mucho mejor que el que tienen en su país. Ojalá se haga realidad.

Por otro lado, y viendo como esta actualmente el mundo en este comienzo de siglo XXI, yo tengo que seguir siendo optimista con mi propia vida; pues comprendo que en cada familia también tienen sus problemas y compromisos como para estar pendientes de lo que sucede en el mundo. Por tal motivo, cada día que pasa me doy cuenta que vivir en este mundo es una carrera de fondo. Vivimos tan de prisa que no nos damos cuenta de preocuparnos de nosotros, de pasar por unos controles médicos para saber como están nuestros cuerpos por dentro. Cuando queremos reaccionar y darnos cuentas, ya han pasado los años y nuestra juventud con ellos, motivando contraer algunas enfermedades que en algunos casos se pueden prevenir a tiempo, pero otras serán demasiado tarde.

Entiendo que la vida es una constante lucha; nadie te regala nada; salvo la vida que nos pueda dar otra oportunidad de vivir a través de la ciencia de la medicina.

Estamos de paso, más tarde o temprano, todos tenemos que pasar por el mismo puente de la vida. Ricos y pobres viajaremos a otro lugar del infinito con una camisa sin bolsillos, pues nada nos llevaremos después de dejar de existir en este planeta tierra. Mientras tanto, sólo le pido a la vida que me dé la salud suficiente para seguir viviendo con calidad de vida los años que me queden en este planeta tierra. Del mismo modo, como todo ser vivo humano, tenemos unas edades vividas, donde todo el mundo sabe las edades que tienen, incluyéndome, yo. Sin embargo, reconozco que yo en muchas ocasiones, por no decir casi siempre, no recuerdo la edad que tengo. Digo esto, porque son muchas las cosas y contenidos que tengo que hacer y pensar cada día. De esta manera, han ido pasando los años y no me he dado cuenta que las páginas del almanaque de mi vida han ido sucediéndose continuamente.

Es por ello, que cada día me he sentido joven y lleno de vida; motivado e ilusionado en hacer muchas cosas positivas. Posiblemente, en la actualidad y en este comienzo de siglo XXI; mi vida haya podido tener un pequeño paréntesis, provocado por un enemigo patológico, el cual está intentando desmotivarme y derrotarme, pero ese rival que se esconde en el interior de mi cuerpo es sabedor que yo no le daré ninguna oportunidad y facilidades para que pueda vencerme. Pese a mis años, el cual los recuerdos en estos momentos, seguiré luchando por querer seguir viviendo en este mundo; oportunidad que me regala la vida y de cual le estoy eternamente agradecido.

Por último, nadie sabe o sabemos lo que significa abandonar un país donde te vio nacer y crecer; dejando atrás las familias más queridas, amigos y una tierra con historia. Viajar en cayucos y pateras durante muchos días por el mar Atlántico, no debe de ser nada fácil para los ocupantes inmigrantes. Hay que estar ahí para poder comprender como se puede sobrevivir dentro de un cayuco durante tantos días en agua salada. Sinceramente, puedo comprender lo fuerte que significa esa aventura arriesgada, pero no la puedo sentir como la sienten ellos, los verdaderos protagonistas de una odisea marítima.

                                                                         Rafael Lutzardo, periodista y escritor.


 

Resumen
La Navidad en tiempos inmigratorios
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La Navidad en tiempos inmigratorios
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Artículo de opinión de Rafael Lutzardo, periodista y escritor
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