Hoy quiero escribir sobre algo que me viene seduciendo desde hace ya mucho tiempo. Es decir, el llamamiento de muchos pueblos de España ofreciendo casas, terrenos agrícolas y animales domésticos. También, para aquellas personas que quieran dedicarse a la docencia. No descubro nada nuevo, si escribo que muchos son los pueblos de la España de antaño, donde las generaciones anteriores han ido desapareciendo, motivando que los jóvenes del pasado siglo XX y comienzo del XXI hayan buscado otras salidas laborales en las grandes ciudades de la Península ibérica.
Por otro lado, viendo algunos programas de Jesús Calleja en la pequeña pantalla, tengo que reconocer que en algunos de ellos me he emocionado. Incluso, he derramado algunas lágrimas ante tanta emoción en ver como algunos jóvenes o familias han decidido anclar sus vidas en eso pueblos de tan pocos habitantes. Bien sea poner una panadería, carpintería, consulta odontológica, tienda de comestibles, pescadería, carnicería, churrería o pastelería. Lo cierto es, y ante el nuevo transformismo que actualmente viene teniendo el mundo en este comienzo de siglo XXI, el mundo rural ya se ve como una necesidad imperiosa de habitarlo nuevamente y trabajarlo.
Por todo ello, la tierra vuelve a ser protagonista como elemento natural de supervivencia del ser humano. Las grandes ciudades con el transcurso del tiempo han ido creciendo en tecnologías, pero también en numerosas superficies o fabricas comerciales del mundo del automovilismo, productos lácteos, tabaco, alcohol y conservas, convirtiéndolas más contaminantes.
Por si fuera poco, los cambios sorprendentes de la Madre Naturaleza y los conflicto bélicos en Europa y resto del mundo, están motivando que la grandes ciudades se vean afectadas y con un futuro poco alentador, ya el consumismo y capitalismo cada vez se ve más diezmado, salvo en aquellas castas entre ricos y pobres. Es por ello, que el mundo rural vuelve como protagonista de una necesidad vital para la supervivencia del ser humano, pues no en vano muchas son ya las familias de jóvenes españoles que han decidido emprender una nueva vida como empresarios en pueblos de la España profunda.
Por último, tengo que reconocer que la emoción me embarga cuando observo a esos pocos habitantes de los distintos pueblos de las autonomías de la Península ibérica, entregándose en cuerpo y alma entre alegría generalizada y colaboración con los nuevos habitantes. Un recibimiento, entre ilusiones y esperanzas de futuro, con el propósito de que esos pueblos rurales casi deshabitados por la juventud, ya no sean lugares de soledad y tristeza entre sus habitantes.
Rafael Lutzardo. Periodista y escritor.