Una semana más, he vivido unos días de verano plagiado en la estación otoñal, motivado posiblemente por el cambio climático, invitándome a vivir para disfrutar de una semana maravillosa. Al mismo tiempo, escucho una canción de Freddie Mercury, motivando relajarme y trasladarme en ese otro lugar que un día la vida eligió para gran cantante. La escritura y la música significan mucho para mí. La vida está interpretada por estrofas y la escritura por la inspiración del ser humano.
Sin duda, cada día que pasa comprendo que la vida es un don divino. Un tesoro que nos regala la vida a ricos y pobres. Si hago un repaso de mi vida me quedo con lo bueno; sensaciones positivas que han significado abrirme puertas en un mundo muy difícil de competir. No obstante, mi lucha ahora es vencer al enemigo que llevo dentro de mi cuerpo; aunque reconozco que ya lo tengo casi vencido, pero no quiero confiarme hasta que los resultados clínicos me demuestren que el cáncer está controlado y muerto. Es por ello, que seguiré luchando con una sonrisa a la vida y de paso, seguir disfrutando de ese inmenso cielo y de ese mar que cubre al Atlántico.
Vivir con calidad de vida cada momento es un regalo maravilloso que nos ofrece la vida.
Podemos ser felices si tenemos salud que es lo más grande que puede tener un ser humano. Luego, puedes ser feliz con poca cosa. No hace falta ser millonario para que seas feliz. Mi felicidad me la dan aquellas personas que me ofrecen una sonrisa de amor amistad. Lugares del tercer mundo, donde los valores morales te hacen crecer como persona.
Sin duda, y por las experiencias que he vivido fuera de España, los pobres somos nosotros. Ellos, esos niños de países tercermundistas, son los verdaderos ricos, pues ellos tienen valores morales que muchos de nosotros no tenemos en Occidente.
Cada día que pasa me doy cuenta que sigo siendo un aprendiz de la vida. Con toda seguridad, moriré son saber muchas más cosas de la vida, la cual se convierte en una enciclopedia interminable.
Un día más, he podido ver el azul del mar y un cielo otoñal de los últimos coletazos del presente año 2023. La vida me sigue demostrando que es divina, pese a los grandes desajustes que hay en el mundo, pero todo parece ser que es Ley de vida, pero también por la forma de ser como es la humanidad.
No obstante, seguiré luchando cada segundo del día para intentar cuidarme y tener salud para estar entre los seres vivos. Soy un enamorado de la vida y de muchas de sus cosas. El amor es algo que nos motiva para seguir siendo más humanos; sensibles y solidarios con los más necesitados. La vida me esta enseñado que el amor pasional sólo resiste los tres primero años; esa fiebre y locura transitoria tiene un comienzo y un final. Reconozco que ese amor desenfrenado y loco me seduce y me lleva a unas aventuras únicas por primera vez en mi vida.
La humanidad sigue su curso normal con guerras y sin ellas. Nadie somos imprescindibles, especialmente cuando dejas de vivir en este planeta tierra. Mi soledad me habla en silencio y en ocasiones me condiciona para poder pensar como yo quisiera. Así es mi vida y así es la de los seres humanos, donde cada familia tiene sus propias historias. Yo vivo con la esperanza de acabar de manera positiva con mi tratamiento de inmunoterapia. Quiero y necesito vivir. Soy un enamorado de la vida y valoro cada día más la oportunidad que me da para seguir viendo un nuevo amanecer. Los años van pasando y muchas cosas que hice y viví ya no lo podré hacer, pero eso no me pasa a mi solo. La vida es muy bonita; pero no suele darte muchas oportunidades.
El pasado de cada persona pertenece a la vida, la cual lo guarda en su biblioteca personal. Ahora hay que valorar nuestro presente; nuestra oportunidad de tener salud para vivir con calidad de vida. No perdamos esa sonrisa alegre y divertida de cara a la vida. Seamos felices y deseemos el fin de las guerras en un mundo que en ocasiones se muestra caprichoso y poco positivo.
Rafael Lutzardo, periodista y escritor.