Euforia generalizada tras la finalización del Mundial de Qatar 2022 tras el triunfo de Argentina ante Francia. Un año que está a punto de concluir. Muchos han sido los acontecimientos que han sucedidos en estos casi doce meses del presente año. No voy a descubrir ahora que ese mundial nunca debió de jugarse en ese país, especialmente porque durante la preparación de las instalaciones deportivas murieron más de cuatro mil obreros, pero a la FIFA y otras entidades deportivas, entre ellas España; les interesaron bien poco. Por si fuera poco, Irán sentencia a la horca a un jugador de fútbol por manifestarse contra la dictadura gubernamental del Gobierno iraní. Repito, y siendo sincero, jamás debió de jugarse un Mundial en ese país. Es decir, en Qatar, donde los derechos de la mujer y de los hombres no se aplican de manera democrática.
Por otro lado, y relacionado con las cosas que han sucedido en este casi terminado año 2022, tenemos la invasión rusa en Ucrania, provocando una guerra de muertes y destrucción. Así es la vida, mientras millones de personas festejan el triunfo de Argentina, otros tantos millones lloran por las muertes de sus familiares en una guerra de intereses propios, sobre todo en lo que respecta a las ventas de armar fuego; pero también por el hambre y la pobreza extrema en el mundo en los países tercermundistas.
Lo cierto es, que las hojas del almanaque de nuestras vidas siguen menguando para dar comienzo a la entrada de otro año que no sabemos como será. Supongo que no será diferente a los anteriores. Me explico, la paz mundial estará entre algodones, como si de un trapecio de gran altura de alto riesgo se tratase; los pobres serán más pobres y los ricos serán más ricos; las castas sociales seguirán siendo diferenciadas, donde los pobres no tienen honor en las mesas de los más pudientes. Las pensione seguirán siendo sometidas al estudio del Gobierno español, provocando muchas incertidumbres en las personas mayores con el futuro de sus respectivas pagas tras años de trabajos, esfuerzos y de pagar religiosamente sus cotizaciones a la Seguridad Social; jugando así con los sentimientos de las personas mayores.
En definitiva, aunque el cambio de año no será muy diferente al que estamos a punto de dejar, espero y deseo que sea mucho mejor que el 2022, pero sobre todo que el ser humano sea más sensible, solidario, comprensivo y colaborador en aportar por un mundo mejor y más igualitarios para todas las personas que deseen tener sus derechos y obligaciones.
Rafael Lutzardo. Periodista y escritor.