Si algo nos ha enseñado a todos la pandemia que padecemos es que en la salud no hay departamentos estancos. Animales domésticos, animales salvajes, los seres humanos y nuestras intervenciones sobre el medio ambiente están interactuando constantemente con consecuencias para la salud tanto de los animales como de las personas. Si a ello unimos la velocidad con la que nos comunicamos personas y mercancías, comprenderemos que la salud debe entenderse y abordarse desde un punto de vista global, lo cual implica tener en cuenta todos los factores y todos los actores en conjunto.
La inmensa mayoría de las enfermedades emergentes son de origen animal, al igual que las grandes pandemias y epidemias a lo largo de la historia de la humanidad. Esto significa que hay virus de origen animal que, en un momento dado, sufren un proceso de adaptación al hombre y lo abordan con resultados más o menos trágicos y en ocasiones muy trágicos. Es lo que se conoce como zoonosis, y la COVID es una zoonosis cuyo origen parece ser que podría estar en una especie de murciélago.
El movimiento sanitario mundial «Un mundo, una sola salud» surge precisamente como respuesta a zoonosis emergentes previas a la COVID actual que ya fueron en su momento potencialmente pandémicas o epidémicas graves, como la Gripe Aviar H5N5 o el Ébola, y para los cuales se vio la necesidad de elaborar un escenario de respuesta internacional común ante la imposibilidad de atajar el problema cada uno en su país precisamente por la globalización humana y comercial en la que nos desarrollamos todos.
El lema de los veterinarios, desde los tiempos de la Roma clásica, es «cuidar de los animales para proteger a las personas». El 75% de las enfermedades infecciosas emergentes tienen origen animal y por eso los veterinarios, desde todos los ámbitos de nuestra profesión, trabajamos todos los días en la vigilancia constante, en el control, la prevención y la erradicación de enfermedades zoonóticas sean antiguas o nuevas, emergentes o reemergentes, como la tuberculosis, la salmonelosis, la campilobacteriosis, leishmaniosis, fiebre de Q, brucelosis, rabia y una larga lista que podríamos añadir.
Los veterinarios llevamos a cabo nuestro control sanitario cuando controlamos los procedimientos de producción primaria en ganadería o en las plantas de transformación de alimentos de origen animal, en las piscifactorías, en los mataderos, en los puestos de control fronterizo. También cuando revisamos las condiciones en las que se introducen animales y productos de origen animal procedentes del comercio internacional, cuando revisamos la cámara frigorífica de un restaurante o de un supermercado, cuando investigamos cómo influye el cambio climático y la difusión de vectores y parásitos o las interacciones entre animales salvajes y domésticos. Lo hacemos también cuando ponemos en marcha programas para incentivar el uso responsable de antibióticos y por supuesto en cada revisión de las mascotas, cuando los vacunamos y ayudamos a sus propietarios a tenerlos en las mejores condiciones higiénico sanitarias protegiendo además el bienestar de todos los animales, tanto los domésticos, como los de granja, los de zoológicos o los salvajes.
Tampoco podemos olvidar otra reflexión: la pandemia y el confinamiento han puesto sobre la mesa la importancia de los animales en la vida de muchas personas y familias, motivo por el cual los veterinarios, como profesionales sanitarios, fuimos reconocidos como esenciales: debíamos seguir cuidando a las mascotas porque de su perfecto estado de salud depende siempre la salud de sus familias, pero además debíamos vigilar la calidad de los alimentos y el bienestar de los animales en cualquiera de los ámbitos. Lo hemos hecho en este 2020 que termina y seguiremos haciéndolo para proteger lo verdaderamente importante: la salud de todos.