Son las 19:30 horas de un viernes primaveral. Comienzo escribiendo y escuchando una banda musical de fondo de la película Memorias de África. Una música de John Barry, que incluye el adagio del concierto para clarinete de Mozart. Un buen calmante para las noches de insomnio, para pacificar el espíritu, para sumergirte en otra dimensión. Son momentos, donde me refugio para inspirarme a través de la escritura y de paso, agradecer a la vida por darme una nueva oportunidad como regalo de ver un nuevo día, en un mundo maravilloso con escenarios excitantes, bellos, emocionantes, acompañado de un universo vestido de un cielo azul, con noches iluminadas de luces de estrellas, acompañadas del constante juego inocente de las galaxias del firmamento; mientras la luna, con una sonrisa pícara sonríe ante la mirada impertérrita de una mujer extraordinaria, humilde y excelente astróloga, la cual lucha por un cielo más limpio, exento de contaminación lumínica, buscando luces azules que no contaminen el espectro ni la calidad del cielo, pero también de las megaconstelaciones de satélites, con el objetivo de que la humanidad sea más sensible y responsable para que ese techo hijo del universo sea más benigno y pueda ofrecernos una mejor calidad de oxigeno puro y limpio. Un regalo de la vida que alimentan nuestros pulmones y de paso podamos tener una mejor calidad de vida. Esa persona, valiente dedicada a la ciencia de la astronomía, en especial al estudio de la evolución y rejuvenecimiento de las galaxias es la doctora Casiana Muñoz Tuñón, subdirectora del Instituto de Astrofísica de Canarias, la cual tuve el privilegio de conocerla recientemente, con el propósito de hacerle una entrevista gracias a mi amiga, Ana Marrero Yanes.
Mientras la entrevistaba, su humildad y forma de explicar ese mundo de las galaxias me trasladó a un espacio del tiempo para ver ese conjunto de gases, polvo y miles de millones de estrellas y sus sistemas solares. Le escuchaba atentamente, no quería perderme un solo detalle de lo que narraba en su otro y apasionante mundo científico. Sin duda, la ciencia es una disciplina para personas disciplinarias y especiales; amantes de lo que quieren y hacen. Pero también la ciencia necesita amor y eso es lo que le da la doctora astrónoma, Casiana Muñoz Tuñón a su trabajo. No es fácil dar respuesta a lo desconocidos, pero Casiana Muñoz lo intenta con energías, entrega, amor, pasión y valor.
Las galaxias también se convierten en rimas poéticas de su propio espacio y de su propio mundo del universo. Revoltean alrededor de un mundo mágico y desconocido para nosotros, pero sabemos que están ahí gracias al mundo de la ciencia asociada a la astronomía y de personas como la doctora Casiana Muñoz. Una mujer que le encantaría saber el árbol genealógico de su galaxia. Quizás, algún día lo pueda descubrir. Del mismo modo, y con la sinceridad que le caracteriza, Casiana Muñoz Tuñón, reconoce que la astronomía le fascina, pero el mundo de los seres humanos también.
Por último, en lo que respecta a nosotros, aunque no nos dediquemos al mundo de la ciencia, si podemos poner un granito de arena para ayudar desde el escenario terrestre donde vivimos, por un cielo más limpio y benigno y por un mundo mejor e igualitario, pero para ello necesitamos ser más sensibles, solidarios y humanos en el mundo donde vivimos. También, para llevarlo a la práctica en otros planetas desconocidos que el ser humano insiste en descubrir y conquistar. Así pues, al igual que la ciencia trabaja en equipo, nosotros también deberíamos remar todos juntos en la misma dirección. Sería una forma bonita e importante de ayudar a la ciencia, fabricando valores humanos como herramientas imprescindibles en la búsqueda de un mundo menos contaminante y un cielo más limpio que permita no profanar esos cuerpos celestes y fenómenos estelares que viven en su mundo y en otro lugar lejos del planeta tierra.
Rafael Lutzardo. Periodista y escritor.