Los años de mi vida han ido pasando, pero nunca he querido reconocerlo o darme cuenta de ello. Quizás haya sido una defensa mental que yo mismo me haya puesto, con el propósito de eludir la realidad y seguir pensando que todavía tengo muchas cosas que hacer en este mundo tan complejo y transformativo. Lo cierto es, que insisto en seguir pensando lo mismo, pues de lo contrario sería como arrojar la toalla de mi vida por los suelos. Y eso no quiero que ocurra, especialmente porque todavía me veo con fuerzas, ilusión, ganas e inspiración de sentirme útil en la sociedad donde vivo.
Los años de mi vida como los de cualquier ser vivo, van transformándose en pequeños “bloques” con mayor peso sobre mis espaldas; motivando sentirlos en muchas de las actividades normales que realizo a diario. Sin embargo, mi fe y mis ganas me proporcionan fuerzas y nuevas “vitaminas” de ilusiones para no caer en el error de sentirme un desecho de los proyectos que todavía quiero hacer. Por todo ello, me veo en la obligación moral de crear cada día nuevas alternativas para seguir luchando y sentir que mi mente y resto de mi cuerpo todavía están preparados para sentirme joven, feliz y con calidad de vida. Posiblemente alguien dirá que me estoy engañando, pero si es así, bendito engaño.
Por otro lado, siempre pensé, cuando era muy joven, que las etapas de la vida eran muy duraderas, casi infinitas. Sin embargo, eso no es así, sobre todo cuando entras en años avanzados; viendo como esas etapas o ciclos de la vida pasan a la velocidad de un Fórmula 1. Bueno, lo importante es estar vivo y seguir teniendo calidad de vida para poder hacer lo que te gusta. Viendo lo que hay en el mundo actual, me considero un privilegiado, concretamente por lo dicho anteriormente y por las partes afectivas y amigos/as que tengo. Así es la vida de todos ser vivo. Es decir, lo que la vida te da, más tarde o temprano, te lo quita. Por tal motivo, es importante aprovechar todos los valores humanos y naturales que la vida nos ha dado, pues con ellos podemos hacer un mundo mejor y más justo, siempre y cuando la mentalidad o formas de pensar de millones de personas sean capaces de valorar la importancia que tienen los valores de la vida. Sin embargo, reconozco que eso es imposible, ya que todos no pensamos igual. Faltaría más, de suceder así, si todos pensáramos iguales, viviríamos en un mundo monótono, cansino y sin aliciente.
No quiero cerrar este nuevo artículo sin ante escribir lo que en verdad me embarga de emoción; congratulándome en ver y valorar que la vida tiene sus encantos y sus emociones. Entiendo y así lo afirmo, que merece la pena luchar y vivir con la conciencia tranquila, pero sobre todo que seamos felices en el escenario terrestre donde vivimos, procurando no hacer daño a los demás y respetar todo lo que la naturaleza nos regala. Así han pasado los años, así mi vida y con ello una cantidad de capítulos de vivencias y experiencias que me han permitido ser feliz entre una mezcla de buenos y malos momentos, pero siempre sacando el lado más positivo de mi vida.
Rafael Lutzardo. Periodista y escritor.