Amigos y amigas.
Hoy termina un año que para muchos es para olvidar y que para todos ha sido de aprendizaje y enormes cambios. De las pocas cosas ciertas que nos deja 2020 es que ya nada volverá a ser igual en nuestras relaciones sociales y en nuestras vidas.
Hemos vivido aterrorizados por los acontecimientos que nos ha tocado sufrir desde mediados de marzo, con un dramático caos que ha afectado a todo el mundo sin excepción y que a día de hoy todavía no se ha resuelto. Vimos como en los países más desarrollados la COVID-19 causaba estragos y también pudimos presenciar que en países subdesarrollados o en vías de desarrollo ocurría lo mismo en medio de un espantoso mercadeo de mascarillas y respiradores que eran vendidos “al mejor postor” o decomisados en los aeropuertos. También hemos visto como las muertes aumentaban ante terribles miedos, angustias y desesperanzas.
Asistimos a manifestaciones en todo el mundo por la muerte de George Floyd a manos de la policía americana, lo que desató una ola de violencia en todo el planeta; conocimos como incendios devastadores arrasaban parte de Australia o el estado de California; y nos encogimos por la gigantesca explosión en Beirut. También hemos asistido a manifestaciones callejeras por fraudes electorales, destituciones de presidentes como el de Perú y muchos otros acontecimientos que están en la retina y la memoria de todos nosotros -aparte del terrible virus- con mandatarios demagogos y populistas llevando a la población al desfiladero de la muerte.
El mundo se ha globalizado mucho más con la pandemia. Nos importa lo que pueda pasar y lo que nos afecte de alguna manera. Como ejemplo, nos preocupa la división tan enorme en uno de los países más ricos de la tierra, Estados Unidos. La derrota de Trump nos tuvo en vilo unos cuantos días porque cualquier movimiento afectará a todo el planeta.
Y aquí, en nuestro país, seguimos con el ‘conflicto catalán, con un gobierno de coalición ‘preso’ de sus socios ávidos de populismos, demagogias y conflictos, manifestaciones de agricultores reclamando un pago justo, demandas de igualdad real, noticias diarias del Rey emérito, ruedas de prensa anunciando medidas, contagios y número de fallecidos y el acuerdo sobre el Brexit que nos afectará directamente. Todo eso ha desembocado en un caos económico que se está cebando con personas trabajadoras por cuenta propia, pymes y con trabajos que se han vuelto totalmente precarios, desatando una ola de paro y de angustia jamás vivida en este país.
Para el próximo año, viene un flujo de esperanza con la vacuna de la COVID-19, aunque existan por parte de un número importante de la población serias dudas de su efectividad o de los efectos secundarios. Espero y deseo que sea la gran noticia esperanzadora para 2021.
Y nosotros, desde nuestro ámbito, desde el lugar geográfico donde nos ha tocado vivir, desde el Atlántico medio, debemos luchar siempre por una mayor justicia social, un planeta más igualitario y porque la salud sea un bien universal. También debemos seguir trabajando por una educación de calidad para generar felicidad y por conseguir una igualdad de género real.
Debemos luchar para tener un trabajo decente y un crecimiento económico que favorezca a la sociedad en su conjunto, por crecer en industria, innovación e infraestructuras y combatir las desigualdades. Hemos iniciado una lucha sin cuartel por la sostenibilidad, por proteger el agua y la vida en los mares y realizar acciones a favor del clima y la protección de los ecosistemas terrestres. También debemos fomentar una producción y un consumo responsable, proteger el agua y apostar por las energías renovables. Finalmente, debemos trabajar para conseguir la paz, que resplandezca la justicia con instituciones sólidas y por establecer las alianzas necesarias para lograr estos Objetivos de Desarrollo Sostenible que he mencionado.
El mundo cambió y estos objetivos deberían ser nuestra guía en 2021. Cada uno de nosotros puede realizar pequeñas acciones para conseguirlo, algo que nos hará más felices con la confianza de que estaremos dejando un planeta más justo para las generaciones venideras. Las instituciones deben potenciar esas acciones a través de políticas para el empleo, el desarrollo y la equidad. Estamos ante un auténtico drama y esos tres aspectos deben ser una prioridad en las que todos estemos unidos.
Muchas personas ‘se han quedado en el camino’ y ahora más que nunca debemos ser resilientes, dialogantes y rebelarnos contra la desidia política, la demagogia, el acomodamiento y la falta de diálogo. La sociedad debe tener ‘los ojos muy abiertos’ ante situaciones que no conlleven el bien común porque nos afecta a todos. Abogo para que en 2021 impere el humanismo político y se tomen decisiones consensuadas porque la crispación siempre ha sido muy mala consejera. Acabo estas líneas con el mejor deseo y la confianza de que lo mejor está por venir.
Les envió mi mejor energía. Feliz año nuevo.
Efraín Medina Hernández.