Mientras una gran parte del mundo se muere de hambre y de otras necesidades básicas para poder sobrevivir, otra parte se diferencia por su riqueza, sobre todo en muchas personas que llegaron a Europa tras pasar muchas necesidades en sus respectivos países, pero al tener la suerte de ser buenos deportistas en las distintas áreas deportivas en Europa, lo primero que hacen es comprarse grandes coches de gamas muy alta y de precios desorbitados. También, de grandes mansiones con un coste económico millonario. Eso es lo que hacen algunos deportistas que nacieron bajo el umbral de la extrema pobreza en sus países. Por si fuera poco, muchos de ellos analfabetos, pero condicionados por sus cualidades deportivas. Así es una gran parte del mundo actual. Así es la Europa vigente.
Por otro lado, y cambiando de tema, la Covid-19 resultó ser muy dura y demasiado agresiva. Una pandemia que siempre estará en la memoria de todas aquellas personas que tuvimos la gran suerte de escapar de sus tentáculos infecciosos. Aún recuerdo, a través de la ventana de mi casa, como la naturaleza se sintió libre y limpia de la contaminación producida por el ser humano. Recuerdo ver a las aves bajar de los árboles para recoger semillas que yacían caídas sobre el asfalto de las carreteras. Mirlos, gorriones y otras aves silvestres se sentían felices al no ser cazadas por la mano del hombre. De igual manera, en la Península Ibérica, muchos animales salvajes se dieron cita en los prados, esos campos de latifundios, donde la semilla era devorada plácidamente por una cantidad y variedad de animales.
El silencio en las calles era sepulcral, solamente interrumpido por la megafonía de las fuerzas del orden publico y militares. Sin duda, en aquellos momentos el mundo se paro. El miedo se hizo dueño y señor, convirtiéndose en protagonista de una pandemia asesina sin precedentes. Cierto es, que nadie estábamos preparado para el señalado acontecimiento mundial, solamente lo sabían o estaban preparados la naturaleza y los laboratorios experimentales a través de las manos del ser humano; en el caso que así hubiese sido. Pandemia que de alguna manera nos dejó marcado para toda la vida. ¿Somos mejores? Lo dudo. Lo que si tengo claro, es que ahora hay más desconfianza y más egoísmo y menos valores morales.
En fin, yo seguiré luchando por conservar mi vida, pero sobre todo con la ilusión de poder derrotar al ocupa ilegal oncológico que sigue pernoctando en el interior de mi cuerpo. Una lucha, que no me está resultando nada fácil, pero también reconozco que no soy el único que esta en esta ´guerra´ oncológica. Somos muchos las personas que padecemos enfermedades de todo tipo. Así son las leyes de la vida, y, así es como debemos de respetarlas, pero siempre luchando por mejorar nuestra salud. La palabra rendición no existe entre nosotros. Todo lo contrario, seguiremos enamorados de la vida y de sus bellezas. Ojalá ese tercer mundo algún día tenga un premio digno de respeto y de igualdad. Que los niños/as tengan unos derechos dignos como personas humanas que son.
Rafael Lutzardo, periodista y escritor.