Cuando ponemos nuestra salud o nuestras vidas en las manos de los especialistas, en este caso en el sector de oncología que a mi me compete, intento llevarlo lo mejor posible. Hace ahora tres meses que me quitaron el tratamiento de la inmunoterapia, motivado por una lesión en uno de mis pulmones. Una inflamación que mi oncóloga dio prioridad. Para ello, me hicieron otro escáner hace más de un mes. Sinceramente, tenía puesta toda la ilusión del mundo para que llegara ese día tan esperado para ver como había salido la señalada prueba oncológica.
Tras ir al Hospital de Día, acompañado por mi mujer y mi gran amigo Camilo Temes, tras esperar tres horas para que me viera la oncóloga que desde un principio esta llevando mi expediente clínico, me dice otra oncóloga, la cual no la había visto anteriormente, que la prueba del escáner todavía no había llegado a mi oncóloga. Repito, persona que está llevando mi caso desde el principio. Sinceramente, me desmotivé, pues no solamente había perdido la mañana, sino que no tuve más respuestas de la oncóloga que me vio, la cual me comentó que no podía hacer nada sin la tan deseada prueba. Para salir al paso, me cito para el día nueve de enero de 2025, donde me llamarán por vía telefónica. Unas fechas, donde muchos sanitarios están de vacaciones, pero nuestra salud, al igual que la de otros tantos pacientes, están en juego.
Reconozco que nuestra Sanidad Pública es una de las mejores de Europa, pese a las carencias de profesionales sanitarios. Del mismo modo, mis dudas y miedos están basadas en saber como esta el okupa ilegal oncológico, pues recientemente he tenido muchos dolores en mis piernas. Es increíble que una prueba que me hice hace más de un mes todavía no le haya llegado a mi oncóloga. Por todo ello, no sé como está mi pulmón ni mi okupa ilegal oncológico. Lo cierto es, que las dudas las tengo muy presente en mi mente, sobre todo porque mi vida está en manos de los profesionales de oncología. Como yo, muchas más personas con el mismo problema. Vacaciones navideñas que han dejado algunos sectores del Hospital Universitario diezmado de profesionales, dejando pequeños retenes para cubrir las ausencias de los sanitarios titulares.
Así pues, como consejo profesional sanitario, como si descubriesen otra vez el Nuevo Mundo, me dice la oncóloga que si mi salud se ve afectada por los continuos dolores que vaya por Urgencias del Hospital Universitario de Canarias. Un habitáculo tercermundista, donde los pasillos están desbordados por la presencia de muchos pacientes de todas las edades, la escasez de personal sanitario y la falta de material necesario para asistir a la demanda concurrida de pacientes con múltiples variedades patológicas, me lleva a la reflexión de una realidad que es un presente, especialmente porque nuestra salud o vidas están en manos de nuestra Sanidad Pública de Canarias.
Rafael Lutzardo, periodista y escritor.