Una semana más, me debo a mis apreciados y fieles lectores, con el propósito de escribir algunas cosas de mi vida y de lo que últimamente acontece en el mundo. Sinceramente, no me apetece escribir crónicas marcadas por las tristezas y las lágrimas de miles de personas que están perdiendo a sus seres querido en las guerras de Ucrania y en Israel. No quiero hablar o escribir sobre la pobreza que en estos momentos hay en el mundo. Tampoco de la esclavitud infantil. Menos aún del tráfico de órganos humanos. De verdad, creo y considero que no son tiempos para entrar en valoraciones y situaciones que nos pueden hacer mucho daño psicológicamente. No oculto que hay una realidad en el mundo en el que vivimos actualmente, pero desgraciadamente yo no puedo ni tengo poderes de dioses para solucionar tantos problemas. Por lo tanto, entiendo que no es tarea sencilla intentar ser feliz. Se puede ser feliz de muchas maneras. Incluso, desde la ignorancia. Mantener un equilibrio siendo positivo es muy difícil, sobre todo porque somos humanos y no estamos exentos de ser sorprendidos por las leyes de la vida.
En lo que a mi respecta, cada día intento ser feliz, pero también reconozco que eso no depende de mí solamente. Como humano que soy, también tengo el derecho de claudicar y de tener mis bajonas. El día tiene 24 horas y es muy difícil llenarlas todas con una sonrisa de felicidad. Sin embargo, yo intento hablar con mi subconsciente, con el objetivo de darme yo mismo una sección de terapia, alternativa que genero para que mi vida tenga un sentido y a la vez un espacio de felicidad. Insisto, la felicidad está en cualquier lugar del planeta tierra. Somos nosotros los que fabricamos ese elixir mágico de la vida. Conozco personas del tercer mundo que son felices con la ignorancia.
Por otro lado, no descubro nada nuevo, si digo que cada día me esfuerzo en tener una actitud positiva. Eso es también felicidad. Así mismo, soy feliz viendo como las personas son también felices. El amor en su estado natural es también felicidad. Del mismo modo, y desde que tenemos uso de razón, la vida nos va dando oportunidades para ser felices. En ocasiones me pregunto si la felicidad tiene edad. Creo entender que la felicidad es también salud, algo imprescindible para poder vivir con calidad de vida. Necesito ser feliz para endulzar mi corazón y de paso tener una respuesta para que mi vida tenga sentido. No me cansaré de levantarme cada mañana para acudir al telar de mi vida, con el propósito de tejer en los distintos hilos de mi destino esos momentos que consoliden una sonrisa de felicidad.
Por último, no busco el dolor donde no hay luto. Busco la felicidad donde hay belleza, amor, ilusiones, sueños y proyectos. Quiero hablar con él universo, esa otra dimensión que aún desconozco, pero que me han dicho a través de los sueños, que la felicidad también existe en un paraíso que algún día conoceré. No intento ser poeta ni filósofo. Sólo intento ser yo mismo de modo natural. Es decir, con mis virtudes y defectos. Mi vida, la de todos ustedes, es solamente un breve tránsito o recorrido en este planeta tierra. Así pues, disfrutemos de todo aquello que la vida nos ofrece de manera positiva. El dolor, es también una secuencia obligatoria que todo ser humano tiene. Sin embargo, en este artículo considero que no busco dolor donde no hay luto.
Rafael Lutzardo, periodista y escritor.