En los últimos años, el sur de Tenerife ha sido escenario de protestas masivas contra proyectos urbanísticos como «Cuna del Alma». Este movimiento no ha surgido de la nada, sino que es la culminación de años de frustración acumulada por una población que se siente ignorada y explotada. Pero, ¿por qué este proyecto ha desatado tal nivel de indignación? Y, quizás más inquietante, ¿por qué el silencio atronador de la clase política tras las manifestaciones?
El sur de Tenerife, una zona que ha sido históricamente explotada por el turismo masivo, está viendo cómo sus recursos naturales y su patrimonio cultural son sacrificados en nombre del desarrollismo económico. Sin embargo, este «desarrollo» parece beneficiar a unos pocos mientras precariza la vida de la mayoría social ahogándola a base de pobreza y explotación laboral. La realidad actual muestra que este modelo no solo depreda el territorio, sino que también perpetúa un sistema económico basado en bajos salarios y falta de acceso a la vivienda.
La población ha comenzado a despertar a esta realidad, reclamando un nuevo contrato social que priorice las necesidades de las personas sobre los intereses de unos pocos. La gente se da cuenta de que la promesa de empleo que viene con estos proyectos urbanísticos es un espejismo. El empleo generado es precario y mal pagado, y no compensa el costo ambiental y social de destruir los paisajes naturales y el patrimonio cultural de la isla.
Además, existe una creciente conciencia sobre la alta ocupación del territorio para proyectos que no benefician a la comunidad local. Mientras se construyen macro urbanizaciones y hoteles de lujo, la crisis de la vivienda se agrava y los servicios públicos no mejoran. La gente ve claramente que el dinero generado por los 18 millones de turistas que visitan Canarias cada año no se distribuye equitativamente en la sociedad que los recibe. En lugar de mejorar la calidad de vida de la sociedad, los beneficios del turismo se concentran en manos de unos pocos, dejando a la mayoría con salarios bajos y un costo de vida cada vez más alto.
Lo que está ocurriendo en Tenerife no es solo una lucha contra un proyecto urbanístico polémicos como «Cuna del Alma”, Hoya Grande, el Hotel de La Tejita todos ellos plagados de irregularidades. Es una rebelión contra un modelo económico obsoleto que no responde a las necesidades de la sociedad actual y se reprime a quienes se atreven a alzar la voz.
El silencio de la clase política ante estas protestas es ensordecedor. En lugar de escuchar a la ciudadanía y buscar soluciones, muchos líderes parecen estar esperando a que la ola de indignación pase. Este silencio solo refuerza la percepción de que las élites están más interesadas en proteger sus intereses que en resolver los problemas de la gente común. Dieron un giro de 360 para decir que Masca es el primer enclave natural por el que se cobra en Tenerife, pero ya existe otro barranco, el del Infierno en Adeje, donde se cobra por entrar desde hace décadas. Esta es solo una muestra más de cómo se tergiversa la verdad para mantener un modelo que claramente está en crisis.
Las movilizaciones que han sacudido Canarias son un claro indicio de que algo está cambiando. La gente ya no está dispuesta a aceptar las mismas recetas de siempre, que solo benefician a unos pocos y dejan a la mayoría en la precariedad. Este movimiento es una llamada de atención para todos aquellos que se han beneficiado durante años del modelo actual.
Gabriel González Fernández.