Mientras la guerra en Ucrania parece no concluir en un plazo breve, el resto del mundo sigue su vida normal. Es lógico, hasta que al resto del planeta tierra no les toque los sonidos de las balas y bombas de una tercera guerra mundial, ojalá que eso nunca ocurra, viviremos con el privilegio de tener paz en un mundo desigual e injusto. Mientras tanto, el ser humano insiste en pisar la luna, especialmente aquellos países poderosos que intentan colocar sus respectivas banderas como objetivo conseguido en señal de una hazaña heroica. De la misma manera, las sociedades con sus distintos sistemas, culturas y religiones, realizan un esfuerzo para que la vida de sus respectivos habitantes sea lo más asequible posible, pero no en todos los países del mundo se puede decir los mismo, especialmente en aquellos donde están implantadas las dictaduras radicales.
Lo cierto es, que tenemos que seguir viviendo pese a los múltiples problemas que acontecen en el mundo. Nadie estamos en posesión de poder hacer milagros, pero si de hacer dioses imaginarios e inanimados, con el propósito de aferrarnos en algo que nos ayude a tener fe y poder seguir luchando por algo que nos alimenten a través de la fe bíblica de cualquier cultura religiosa del mundo. Sin duda, milagro sería tener una infraestructura de carreteras y autopistas dignas y no las que tenemos actualmente, en Tenerife, donde cada día miles de conductores sufren los atascos eternos para poder llegar a sus respectivos destinos. Así pues, el virus o la baba del murciélago que dicen que generó la Covid-19, sigue estando entre nosotros, pero los habitantes del mundo necesitan libertad, divertirse, trabajar, respirar la brisa del mar y levantar nuevamente la economía y el turismo, junto con el sector de la hostelería y empresas autónomas.
Por lo tanto, hay que seguir viviendo con los objetivos deseados, con nuestros propios problemas, pero también en los espacios donde nos permitan ser felices con nuestras respectivas familias y amigos. Sinceramente, siento mucho la guerra que se está llevando a cabo entre ucranianos y rusos, pero también aquellas que se están sucediendo en otros lugares del planeta tierra. Por lo tanto, tenemos que adaptarnos a las directrices políticas de los distintos gobiernos que imperan en el mundo, económicas, religiosas y culturas. Por lo tanto, cada uno es libre de vivir donde quiera y con quien quiera, aunque en muchas ocasiones ese privilegio no te lo permite el propio sistema donde vives.
Rafael Lutzardo. Periodista y escritor.