El 24 de febrero de 2024 conmemora el segundo aniversario de la fase activa de la agresión rusa contra Ucrania. Durante este lapso, se ha presenciado una devastación sin precedentes: cientos de miles de vidas perdidas, millones de personas desplazadas y una catástrofe económica, medioambiental, política y social desatada por el terror impuesto por Rusia.
Lo más inquietante es que tanto Europa como Estados Unidos continúan manifestando un temor persistente hacia Rusia. Este miedo va más allá de la amenaza tradicional de Putin, como las armas nucleares, que ejercen un impacto hipnótico. Los continuos esfuerzos del ejército ruso para reestructurarse y expandirse, junto con las medidas para movilizar gradualmente la base industrial de defensa, apuntan a preparar al país agresor para una eventual guerra convencional a gran escala contra la OTAN.
Es solo cuestión de tiempo antes de que Rusia, sin ser completamente derrotada en la guerra de Ucrania, dirija su agresión hacia Europa. La seguridad en Europa está inextricablemente ligada a la seguridad en Ucrania, haciendo que la cooperación sea una contribución vital al fortalecimiento de la arquitectura de seguridad europea.
La toma de conciencia de la verdadera naturaleza de Rusia, admirada en Europa durante siglos, es motivo de esperanza para el mundo civilizado. Este reconocimiento es esencial para Ucrania, ya que su futuro depende en gran medida de la solidaridad de sus socios. La respuesta a los desafíos debe ser inmediata, ya que el tiempo para actuar es limitado.
Si Europa desea evitar ensuciarse las manos directamente, Ucrania puede liderar el enfrentamiento contra Rusia con el apoyo crucial de armamentos de última generación. La incertidumbre persiste en cuanto a si se extraerán las lecciones adecuadas y si la vieja Europa logrará movilizarse a tiempo ante esta amenaza inminente.
Andriy Zubenko.
