La escritura sigue siendo la gran terapia para evadirme de todo aquello que pueda perjudicar mi salud. Muchos son los años que llevo escribiendo. Muchos son los puentes literarios que he recorrido. Muchas son las noches y los días, donde el poder de la escritura se hizo mi amiga. Ahora, en estos momentos de mi vida, la escritura sigue estando a mi lado, compartiendo cada día momentos buenos y otros regulares. El paso de los años y los acontecimientos suscitados en este gran recorrido de la vida han motivado adaptarme y ‘reciclarme’ para poder vivir en función de los acontecimientos que han ido apareciendo en todos sus procesos evolutivos. Por mis años, he tenido que ponerme al día con las nuevas cosas tecnológicas, pues en mi época, aquella generación de los sesenta, no había nada parecido a lo de hoy.
No oculto, que mi generación fue bonita y muy tranquila; donde con pocas cosas éramos felices. Ignorábamos todo lo que hoy tenemos y lo que se ha venido inventado a pasos agigantados. De acuerdo con Gaur (1990), los primeros pueblos que utilizaron la escritura fueron los egipcios, los sumerios, los chinos y los mesopotámicos, quienes emplearon figuras y símbolos convencionales para representar sus ideas y pensamientos, sistema al que se le ha denominado ideográfico. Lo importante es que algún pueblo fue el primer creador de la escritura y por tal motivo yo le rindo pleitesías, pues gracias a esas figuras de inventores yo hoy estoy escribiendo. Pero también es verdad que si yo sé leer y escribir es gracias a Dios a un buen maestro de mi época que quiero recordar que se llamaba don Eusebio.
¿Soy feliz? Sí, no puedo decir lo contrario. Pese a mi enfermedad oncológica, tengo una familia y muchos amigos/as. No estoy solo, pues tal como estoy viendo la vida, especialmente en la sociedad donde vivo, me siento un privilegiado ante tantas personas solas sin poder contar con el abrazo de un familiar o de un amigo. Personas que veo cada día sepultando las horas del día en un bar., agotando las horas a través de beber alcohol a destajo. Sin duda, cada persona tiene una historia y no seré yo quien las juzgue sin saber las causas que les llevaron a las más frías y crueles soledades.
La escritura me enseña a pensar, reflexionar y a la vez se convierte en compañera de mi viaje por la vida. Ella, esa ortografía que viste a la escritura, me sirve como brújula de mis horizontes ficticios, viendo a Ulises, uno de los más grandes héroes de la mitología griega, protagonista de dos de las obras de Homero, la Ilíada y la Odisea. Ulises era el rey de Ítaca, una isla Jónica. Hijo de Laertes y Anticlea en la Odisea, era esposo de Penélope, hija de Icaro rey de Esparta, y padre de Telémaco.
Concluyo, argumentando que soy hijo de la vida, un aprendiz que sigue teniendo voluntad por seguir aprendiendo, sobre todo en todo aquello que contengan valores. La vida somos todos y entre todos tenemos que luchar para hacer y ver un mundo mejor en todas sus dimensiones. Por mi parte intentaré unirme en aquellos proyectos que me den vida, esperanzas y oportunidades de sentirme útil en la sociedad donde resido. Seguramente, tus mentiras serán mis verdades o al contrario, mis verdades serán tus mentiras. Lo cierto es, que sigo con vida y para ello intento luchar contra un enemigo oncólogico muy peligrosos el cual se resiste abandonar la guarida del interior de mi cuerpo, pero ya le va quedando menos tiempo de vida.
Rafael Lutzardo, periodista y escritor.